domingo, 10 de julio de 2011

10J

Mis referencias musicales sobre Islandia antes de tener el billete eran Björk, Jónsi y sus plumas en el Monte do Gozo y alguna que otra canción de Sigur Rós. Luego, con el billete ya entre manos, tocaba investigar un poco, sobra decirlo. La conclusión que estoy sacando no es nada positiva: la gente se va a Islandia a llorar, a quemar el mundo, a borrar contactos del móvil y a esperar que le arranque el coche por la mañana después de una helada nocturna.
'I que tinguis sort a Reykjavík', y que no salgas sin abrigo, y 'ser Islandia fue un error, tú sólo querías calor', menudo panorama.
No será este el caso, y espero que ningún viaje tenga que serlo nunca. A Islandia se va a ver el sol de medianoche, a limpiar volcanes, a plantar pinos, a hacer autostop, a conocer vikingos y a ponerse manoplas para caminar sobre glaciares, sismos y géiseres.

Eso sí, 'cuando hace frío la mayoría de las cosas van más deprisa, o llegan antes. Me refiero a las casualidades.' Y como también dijeron los amantes al pensar en el círculo polar, '¿cómo acabará este viaje?' Eso está mejor.

Við spiluðum, ¡me fui!

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